Inicio este artículo con el comentario realizado por uno de nuestros primeros clientes en el año 2012, “¿Qué hago con diseñar y modelar piezas en mi computadora, si todo se quedará allí o sólo podré mostrar los renders?”. La respuesta a esta pregunta ya la tenía, porque llevábamos un(1) año experimentando con nuestras primeras impresoras 3D. Se imaginan la cara del diseñador cuando le hablé sobre estas máquinas, y le dije que sus ideas ya no se quedarían en la computadora, sino, que podía fabricar desde una unidad hasta llegar a una producción por demanda. La impresión 3D es la herramienta perfecta que permite, interpretar y fabricar lo que previamente hemos modelado en nuestra computadora, por eso el título de este artículo, Impresión 3D: De los bit a los átomos.
Podría mencionar otras máquinas, pero me centraré en las 3D. Al contar con esta herramienta, llegamos a la conclusión, que gran parte de los objetos que hemos creado y modelado los podemos fabricar, y de esta manera, ofrecer al mercado productos diferentes a los fabricados por las compañías dedicadas a la producción masiva que buscan llegar a la mayor cantidad posible de clientes, en un país o alrededor del mundo. Los diseñadores al igual que todas las personas, son consumidores, pero también pueden ser creadores, innovadores y fabricantes de piezas originales, o dedicarse a brindarle respuesta o soluciones a esas personas y compañías que están buscando un repuesto para poner a funcionar algún equipo que necesitan, pero están inactivos por falta de alguna pieza que se ha dañado.
La impresión 3D, vino a llenar un vació en el mercado, pero se está abriendo poco a poco a nuevas oportunidades que transformarán métodos y procesos productivos. Mediante las impresoras 3D, podemos darle vida a esas ideas que por los métodos convencionales sería imposible, tal como las mostradas en la galería del presente artículo. Es algo que va de acuerdo a la época que vivimos donde se cierra el ciclo de la era moderna y la revolución industrial, para darle paso a las ideas, a la creatividad, a la innovación porque el valor del producto está precisamente en la creación y el desarrollo del producto.
En vez de preguntar o pensar en lo que el mercado me puede ofrecer, sería mejor invertir el papel y pensar en “Lo que puedo aportar yo como creativo, como empresario al mercado”.